La maestra de nutrición dijo que los martes los dedicaríamos a planear una degustación de comida. Nos propuso que hiciéramos los platillos nosotros mismos, que buscáramos unas recetas fáciles y sabrosas que quisiéramos compartir con los demás. Los chavos enseguida empezaron a protestar: que ellos no se metían a la cocina, que esas son co
sas de mujeres; que ni a sopas instantáneas o emparedados llegaban pero la maestra les dijo que ellos podían preparar alguna ensalada, que es más fácil, y que la comida es asunto de todos.

Yo quedé como la encargada de organizar la degustación de ese día, comentarlo después con todo el grupo y repartir tareas, junto con Mariana, La ratita, Pancho y Chio. ¡Qué mala suerte!
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