En la mañana traté de peinarme de otro modo para que el Profesor se diera cuenta de que soy la mejor, que soy buena en todo, pero no fue fácil porque tenía el pelo tan enredado que le tuve que pedir ayuda a mi mamá y fijarme cómo lo desenredaba, para hacerlo yo sola otro día...
Resulta que me cepilló empezando por las puntas y subiendo poco a poco por mechones, con paciencia, hasta desenredarlo todo; así no me duele tanto.
—¿Por qué se me hacen nudos con el cabello? —le pregunté.
—Es que no te cepillas lo suficiente; sólo lo haces en las mañanas.
Me dijo que los dedos servían de peine, que con las yemas, no las uñas, me peinara y al mismo tiempo me diera un masaje en la cabeza. De esa manera entra el aire y circula mejor la sangre.
Sentí como si estuviera lavándome la cabeza, pero al final pude dejarme el pelo suelto, con un broche de lado. Mi cara luce diferente y el cabello se ve más suave y brillante, no como con la trenza de siempre. así podré pensar mejor y daré una excelente impresión.
Todo el día me sentí más ligera y contenta, pero por más que busqué la manera de simpatizarle a mis compañeros de clases, en especial al Profesor, no pude. No importa, mañana puede ser... espero.